EN TRÁNSITO

por Verónica Garcés

A estas horas, el Aquarius viaja a las costas españolas donde más de 600 refugiados serán acogidos después de varios días “a la deriva” y de, probablemente, unos cuantos años vagando como fantasmas sin rumbo por tierra de nadie. Así ocurre también en la nueva película de Christian Petzold que se estrena en pantallas españolas, y que presenta las historias cruzadas de refugiados que, en este caso, buscan salir de Europa huyendo de la persecución nazi. Como nota disonante, que inicialmente nos cuesta encajar, el director sitúa los acontecimientos en la época actual, identificando los mismos con la Segunda Guerra Mundial y la ocupación alemana, como brillante metáfora de la barbarie de entonces actualizada a nuestros días.
El film, de lectura multidisciplinar por lo arriesgado de su propuesta y la formidable trayectoria del cineasta alemán, remite a la deshumanización de la Europa actual y de su historia reciente que, sin tregua, vuelve a navegar por aguas peligrosas avistando en el horizonte nuevos regímenes totalitarios. Baste con ello, las declaraciones de su director que esta semana presentaba en Madrid la película con motivo de la inauguración del 20 Festival de Cine Alemán: “A pesar de su estructura de drama, incluso de propuesta teatral, el film está hablando del aquí y del ahora, de una Europa, en la que afloran nuevos movimientos tiránicos, y que no recibe bien a los refugiados que huyen de una guerra y se juegan la vida buscando otra mejor (...) Es ésta una historia de fantasmas, pero concluimos con el relato que los verdaderos fantasmas no son sus protagonistas, sino los que van tras ellos”.
Basada en la novela escrita por Anna Seghers en 1944, la película nos propone el viaje iniciático de Georg (Franz Rogowski), un joven alemán perseguido por los nazis y que suplanta la identidad de un escritor muerto para utilizar su visado, lo que le garantizará refugio en Méjico. Una historia de supervivencia que, según avanza el metraje, va complicándose y tornándose más intimista e introspectiva con respecto al protagonista después de cruzarse con Marie, de la que se enamora en medio de un triángulo amoroso que descoloca al espectador y le hace perderse por momentos, transitando entre lo real y la fantasía, entre lo que se ve y lo que se desea, entre la bondad y el rechazo, entre el infierno y el paraíso... Y es que, como ya ocurría en las anteriores cintas de Petzold, Barbara (2012) Phoenix (2014), la hostilidad del entorno en las que contextualiza sus historias obstaculiza el pleno desarrollo de los personajes, que siempre encuentran una enorme dificultad para amar y ser amados en un mundo trastornado por la desolación, la guerra, el hambre, la persecución...
Con un ritmo fluido, aunque en ocasiones reiterativo, los acontecimientos del discurso no parecen progresar, al igual que le ocurre a su protagonista, que se estanca en una atmósfera de incertidumbre, miedo e inmovilismo que llega a desconcertarnos. Además, resulta llamativo que el film (quizá siguiendo la misma estructura de la novela) sea narrado en tercera persona, adoptando cierto distanciamiento frente a los hechos, ¿acaso no es ese el posicionamiento que hemos tomado (Europa) frente a esta gravísima crisis de los refugiados? En la presentación de la película, el mismo director explicaba que en la estupenda fotografía escogida como cartel para promocionar el film, la actriz Paula Beer es retratada con los ojos cerrados (como si se entregara finalmente a su partenaire) en la versión española, mientras que en la foto de la versión alemana original lo hace con los ojos abiertos (cada uno está encerrado en su particular universo). No deja de ser curiosa la anécdota en una película como ésta, en la que las fronteras humanas, no sólo geográficas, parecen infranqueables y la ambigüedad de los personajes es una constante.
En definitiva, una película compleja, que bebe del film noir y del drama intimista francés, con una trasfondo político social de denuncia que nos lleva  a revisitar nuestra historia pasada y reinterpretar la actual. Escrita sutilmente, aunque de giros argumentales insospechados y personajes que van y vienen, ya intuíamos que Petzold no  nos defraudaría; y no lo hace, es más, nos anima al coloquio, a la reflexión y a la revisión de una Historia en la que todos participamos.

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